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EL CHICO DE LA MOTO

“El chico de la moto reina”, así se leía en las paredes de La ley de la calle, hoy película de culto de Francis Ford Coppola. Mickey Rourke de vuelta de la dorada California le contaba a Mat Dillon que había un mundo mas allá de la cultura barrial, los héroes de la calle y el mundo de las bandas.
En los primeros ochenta los jóvenes rockers de Barcelona encontraron refugio en un código de conducta que bebía de la subcultura norteamericana de finales de los 40 con la aparición de las pandillas de motoristas forajidos que inmortalizaran Lee Marvin y Marlon Brando en la película “Salvaje”.
El paisaje urbano de la ciudad Condal cambió abocado hacía lo olímpico, los Centuriones se convirtieron en referente y sus colores fueron respetados y temidos durante una década. Altercados con bandas rivales y sus problemas con la justicia fueron primera plana en los medios de comunicación. Con el tiempo Centuriones paso a ser el primer capitulo español de los míticos Hells Angels.
Jaime Fabregas alias el “BI” me miraba orgulloso aquel día que tocamos en el patio de la cárcel Modelo de Barcelona. Recordamos aquellos primeros años que compartimos con los protagonistas de American Graffiti estrenando una Barcelona que despertaba del coma de la dictadura. Entonces Jaime era el príncipe de los rockers, James Dean lo había venido a ver y marcaba el paso al resto, por entonces ya soñaba con formar una banda de forajidos motorizados, hay quien sueña con unas oposiciones, una familia y una hipoteca, así son las cosas.
La vida nos fue separando mientras su leyenda urbana crecía a lomos de su Harley Davidson. Convertido en un
“fuera de la ley” vivió a toda velocidad, hasta que un día se despertó de su sueño americano; “Loco me metí en esto para ser libre y resulta que aquí hay mas reglas que en el ejército”
Hace pocas semanas me llamaron para comunicarme la noticia de su muerte y mi mundo se paró. Recordé su sonrisa de entonces, cuando el chico de la moto era el rey y John Milner se paseaba por las calles de la ciudad con un Pontiac a toda velocidad, cuando todavía la vida no se pagaba, los amigos no se vendían y en su radio Buddy Holly entonaba la última canción.

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