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Loquillo: «La enfermedad me llevó a un proceso de introspección muy bestia: ahora soy mejor»

El rockero catalán regresa al Kursaal el próximo día 2 para cerrar la gira de presentación de su último disco, ‘Diario de una tregua’

Al abrirse la puerta del taxi asoman unos Oxford negros, lisos y brillantes. Y, tras ellos, comienza a alzarse un tipo ancho, casi dos metros de estatura coronados por un indiscutible tupé cano. Se abrocha la chaqueta a rayas como el magnate Hearst y sonríe de medio lado al entrar a la redacción de El Diario Vasco. «La última vez que estuve en una de estas aún había humo». A sus 61 años José María Sanz, Loquillo, admite encontrarse en «muy buena forma» junto a una banda de «Champions» con la que lleva girando los últimos meses para dar vuelo a su reciente álbum ‘Diario de una tregua’ (Warner, 2022). La gira ‘El Rey’ pondrá su punto y final el viernes 2 de diciembre (21 horas) en casa, en el Kursaal.

– ¿Está más cómodo como José María o como Loco?

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– Me han llamado de todo.

 Espero que todo bueno.

– No (ríe), empezaron llamándome de todo malo y de vez en cuando todavía sigue cayendo alguna.

– En primer lugar, gracias por visitar a la redacción.

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– A vosotros por invitarme a vuestra casa. Amo el periodismo y amo estar en una redacción. Desde finales de los años 70 escribí y las redacciones de los periódicos son lugares que me emocionan.

– Dice que es de la vieja escuela del papel y el vinilo. ¿Son tendencias que volverán?

– Totalmente, porque hay un público de calidad que quiere eso y que sigue pensando que los críticos musicales y los críticos de cine son necesarios. Hay un público que cree fervientemente en el poder de la letra impresa y a mí me gusta tocar el periódico, el vinilo y el libro. No soy nada virtual, supongo porque soy una persona que ha crecido a mitad de camino de dos siglos.

– ¿Cómo está su tobillo? ¿Qué le ocurrió?

– Fue días antes del concierto en Almería. Me fui abajo por una escalera y, como afortunadamente llevo una forma física muy buena y hago pilates, conseguí flexionar lo justo para no romperme. Fue un esguince de grado I y el primero que me atendió fue Rafa Maldonado, fisio de la Real. Vino raudo y veloz a salvar el ‘rockanroll’.

– Y en Almería ni siquiera hizo amago de bajar del escenario.

– No, no, no… Cuando tienes un ‘sold out’ con dos mil y pico personas, no. Solamente he suspendido un concierto una vez, fue hace año y pico, y la prensa se portó muy mal. Tuve una reacción muy chunga a raíz de la vacuna y, en la segunda canción, me quedé sin voz. Hay personas que al mínimo problema suspenden, pero a mí me pasa todo lo contrario, por algo se nos conoce como la 101ª Aerotransportada: ahí donde nos llaman nos lanzamos. Ese es el ADN que he tenido en mi vida, somos trabajadores con espíritu de sacrificio.

– Este concierto iba a inaugurar su gira el pasado 13 de mayo. Ahora la cerrará, ¿por qué se movió?

– Era evidente que la gente no las tenía todas consigo y aún había miedo por volver a las salas. Ahora muchos artistas vuelven a la carretera, pero nosotros hicimos gira incluso en pandemia, de hecho, fuimos la primera banda en abrir el WiZink Center con protocolo Covid. El anuncio del confinamiento fue tremendo porque empezábamos la gira justo días después y tuvimos que suspender todo, con la hostia económica que supuso. Como el tour de rock no era posible, me lancé a interpretar mis discos de poesía contemporánea.

Las frases de Loquillo

– ¿Y cómo fue?

– Kafkiano. Te encontrabas en una situación en la que había un botellón a 500 metros de un teatro que tenía su aforo restringido. ¿Alguien me lo puede explicar? Lo más extraño de todo es que llegó un momento en que una persona podía salir a bailar una canción de Loquillo a la pista de una discoteca, pero no podía levantarse de su silla durante un concierto en vivo de Loquillo. Aún así defendimos el oficio y eso es algo que he echado en falta de los grandes nombres de la música de este país. Se quedaron en su casa y no fueron capaces de decir nada.

 Y a todo ello se le sumó el diagnóstico de un bocio multinodular en la tiroides.

– Una enfermedad grave de la que no dije nada porque no soy ningún llorón y no soporto esa actitud de ‘qué mal me van las cosas’. La muerte también forma parte de la vida y estas cosas uno se las come, trabaja y sale adelante. Punto. Estuve grabando un disco sin saber si iba a poder hacer su gira, porque me dijeron que tenía que operarme urgentemente si no quería perder mi voz. Y me negué.

– Eso es jugar a la ruleta rusa.

– Pero es que las consecuencias podían ser peores, así que dije ‘que sea lo que Dios quiera’. Miedo no tuve, pero sí un proceso de introspección personal muy bestia. Estábamos grabando el disco en L’Empordá totalmente solos y eso me llevó a una situación anímica difícil de explicar, porque sí que es cierto que a partir de ese momento no soy el mismo. Todo lo contrario, soy mejor.

– En uno de los versos del nuevo disco canta: «Nunca vi la vida desde la barrera».

– No entiendo la vida de otra manera, esa es una bandera del rock&roll. Como el baloncesto, esto es un deporte individual que se juega en equipo. Yo soy el que las clava, pero para eso tiene que haber un equipo detrás que trabaje a favor: compositores, músicos, mánager, directores de prensa… Funcionamos como una empresa de primer orden, soy contrario a las subvenciones. Cuando he hecho algunas producciones me he buscado la vida para encontrar inversores, sponsors o publicidad, lo que no se puede es estar pidiendo limosna.

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 Habla de defender el oficio. Da la sensación de que usted es un tipo de ley.

– Me he criado con eso. Mi padre fue Carabinero de la República, estuvo en la batalla del Ebro, en la cárcel, en batallones de castigo… Luego consiguió volver a casa y fue estibador del puerto. Soy un tipo de piel dura porque tengo unos orígenes, en mi casa he visto a la gente trabajar y por eso valoro tanto a la gente que lucha por salir adelante. Como tío de clase obrera, lo que más me enorgullece de mi carrera es haber creado treinta puestos de trabajo.

 Aunque con el éxito sobrevuelan los buitres. ¿Alguna vez le han traicionado?

– A finales de los 70 este negocio de la música rock no existía, lo empezamos nosotros. Evidentemente, hemos aprendido a hostias y nos han robado las veces que hacía falta pero, a partir del año 89, tomé conciencia de todo eso y entonces comenzó una segunda parte. Ahora mismo tengo dos abogados y un equipo detrás, así que es imposible que vuelva a ocurrir. Cuanto más sepas sobre los entresijos del ‘business’, más te puedes proteger. Por eso he llegado a dar conferencias a ejecutivos sobre gestión de marca. Si la gente joven quiere dedicarse a esto, tiene que conocer estos postulados.

 En este disco no titubea al definirse como ‘El Rey’.

– Crecí muy cerca del mercado del Clot, y en aquellos tiempos en Cataluña era muy normal que te dijeran ‘rey’. Tu madre te decía ‘rey, ven aquí’; cuando ibas a comprar las pescaderas te preguntaban ‘¿qué te pongo, rey?’. Era un apelativo cariñoso que dio pie a Igor Paskual para escribir esta canción con un cinismo muy acusado, que es como me gusta a mí hacer las cosas.

– Nunca le ha gustado pasar desapercibido, ¿verdad?

– Un artista de rock o un actor no pueden pasar desapercibidos. Nací en un tiempo en el que a las personas reales no les daba miedo serlo. Me gusta la gente que no tiene miedo a decir lo que piensa, que tiene una vida jerárquica y excesiva, que es faro y que no se autocensura. Como Pérez-Reverte, Edu Galán, Boyero… Esos tipos que, aunque la caguen, te debaten un tema hasta las últimas consecuencias. El arte tiene que ser transgresor. No soporto a los pusilánimes que no defienden algo con un alto nivel intelectual, esos guardianes de la moral que han vuelto y que me resultan tan divertidos. ¡Reírse de esta gente es cojonudo!

– En su última biografía, Cabrerizo escribe que todos reconocen a Loquillo pero nadie le conoce.

– Interesante. La gente cree que un artista se convierte cuando sale al escenario. Error. El artista es real cuando sube al escenario e interpreta un personaje cuando baja de él. El escenario es el único lugar donde eres libre, donde puedes mostrarte como eres y es cuando bajas cuando viene la presión y debes ponerte el escudo de Silver Surfer (se señala el tatuaje). Y sí, es una putada porque pagas un precio, pero tienes que convertirte en ese personaje y lo eres todo el rato, no solamente cuando sales a escena. No entiendo eso que dicen de ‘me gusta cuando por la calle la gente no me reconoce’. En mi caso no es así y tengo muy claro desde el primer día que es así. La gente dice: «Míralo (señala), es el Loco». ¿Y si alguna vez me disfrazara? Dirían: «Ah, mira, Loquillo con bigote».

 Volvamos al disco. Cuenta una vez más con su guardia real (Sabino Méndez, Igor Paskual) y el sonido se mantiene fiel. Son canciones que podrían sonar en los 80.

– Atemporales. Hay una marca de fábrica porque soy autor de canciones que han sido ‘hits’ en los últimos 40 años, pero nunca he dejado de trabajar con los mejores compositores. No tengo ese problema de ego. Si me tengo que cargar una canción mía para meter cosas interesante de Sabino o de Igor, lo hago. Nadie puede tener la maestría de sacar trece discos que sean brillantes solo con canciones suyas, eso no pasa. También tengo mi proyecto de poesía contemporánea, así que no me doy tiempo de aburrirme, porque la rutina mata a un artista de rock. Me gusta entrar en dinámica, no podría estar tres años sin hacer giras, no sé cómo hay gente que lo hace.

– ¿Es de los que piensa morir con las botas puestas?

– Ese concepto de retirarse una temporada… ¿Para qué? ¡Pero si esto es cojonudo! Cuando no estoy trabajando me muero de pena y esto es real ¿eh? Claro que quienes lo hacen es porque tienen grandes masías y pueden quedarse mirando pajaritos, pero yo vivo en el centro de la ciudad, me gusta sentir su pulso.

– ¿Se le ha quedado alguna cosa en el tintero?

– Con el tiempo he aprendido que si tienes algo por hacer, hazlo. No lo dejes pasar, porque si lo dejas pasar no vuelve. Cuando empecé a cantar poesía contemporánea en el año 95 lo hacía para reivindicar la canción de autor. Ahora a nadie le sorprende que un rockero musique a un poeta, pero, en aquel momento, salía al escenario y me llamaban maricón. Y ahora ya tengo cinco discos. Lo que se hace con la intuición en un momento determinado de la vida, después se hace por afirmación.

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